27.11.08

Anyhow, I’ll get another toy

Se acabó el plazo. Súper simple. Todo llega a un colmo, y aunque mi paciencia es infinita y los recursos son inagotables en mí, mi nuevo status frente a la vida me impide dejar que las cosas se escurran de ella sin siquiera patalear.

Si hasta ahora es muy confuso este relato para usted, señor lector, créame que para mí también lo es. Pero haciendo un esfuerzo gigantesco, vamos a tratar de aclarar esto.

No sé si yo soy la que empuja a todos a ser indecisos conmigo o si yo soy la indecisa con ellos, pero un cierto ambiente de inseguridad rodea mi actuar y el de la gente cercana. ¿Más claro? No sé qué esperar de la gente.

En mi etapa pesimista-buscomidestino-preadolescenciafull-edaddelpavo siempre pensé que cuando uno no esperaba nada, no había motivo alguno para desilusionarse. Pero esa cosa llamada madurez, unida a la aspiración de la adultez, me hizo necesitar de ciertas certezas en mi vida, me hizo confiar/desconfiar de los actos habituales.

Tengo la imperiosa necesidad de saber lo que los demás piensan, sienten, comen y duermen. No es un afán de meterme en sus vidas -cualquiera que sepa que estudié cinco años para intrusear en realidades ajenas creería eso-, sino que es una manera de reafirmar mis propias creencias.

Ante eso, cada conversación se convierte en un suplicio. Lectura entre líneas, ademanes, actitudes, gestos, todo tiene que ser calificado por un aguzado lente que conceptualiza hasta el más pequeño de los detalles.

Y esta maldita construcción mental me lleva a crearme expectativas sobre la gente y lo que quieren de mí. Uf! Volvemos al eterno ciclo de querer-amar-odiar, algo agotador a estas alturas.

Por eso pataleé tanto, por eso me/les di un ultimátum. Quizás volver a la adolescencia, esa de no esperar nada sea lo mejor por estas épocas. Pero como diría la Javi: "Anyhow, I'll get another toy".


Si pensaste que de alguna manera inspiraste este post, es porque has sabido leer entre mis líneas.

25.11.08

El arte de la conquista

La guerra es una expresión y tener el know how en ese caso es imprescindible. Frente al batallón, el brazo no puede titubear para dar una orden. Es la vida la que está en juego. Esa es la verdadera conquista, no la cursilería barata de la que Village es dueña.

Y sí, es lindo el peluche con su tarjeta respectiva, las flores y la galantería, pero hay cosas de fondo. Que su brazo te rodee es maravilloso, más aún cuando te hace sentir mejor que nunca. Pero si él desaparece o aun peor, no aparece nunca; si lo invitas en la máxima expresión de la mujer independiente que llevas dentro y siempre tiene "algo más"; si no es capaz de jugárselas por ti, ni siquiera en messenger, es hora del ultimátum.

Claro, el "amorsh" es casi, casi tan dramático como la guerra. Dejando de lado la sangre y las balas -aunque a Pasiones le falta poco-, ambos requieren de técnica.

Dicen que la práctica hace al maestro, y si de eso se trata, ya parece que ocupé mi cuota. Allí te das cuenta de lo que eres y es ese el momento en que tratas de enrielarte. Pero lo has pasado tan mal que tratas de tomar las riendas de tu vida, pero no sabes si tienes las fuerzas o si acaso quieres tenerlas. Tu mundo antes estructurado sufre cambios constantes, no necesariamente malos, sólo que ahora todo es distinto. Los errores ahora sí que pesan, mucho más que antes. Recién notas que necesitas una base y comienzas a cuestionarte si realmente la tuviste alguna vez.

Ya no hay práctica que valga. Sin embargo, algo, una delgada sensación queda entre medio. Que el olfato no te falla. Que no es tiempo de tirar la esponja. Que el sadomasoquismo que sale por tus venas te va a envolver nuevamente. Y sólo puedes valerte de una cosa: hacer de la expresión un arte. Que tu brazo no tiemble, porque tal como en la guerra, la conquista es de vida o muerte.
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