7.9.08

Pan y carne

Hay algo peor que tener una "relación" con alguien de la oficina -defínase "relación" como cualquier acercamiento amatorio, incluso si este no pasa de primera base. La parte que empeora todo esto es tener que mirarle la cara al otro día. Y si tu jefe te pone a trabajar directamente con él, podemos declararlo como el día oficial en tu contra.

Y es así. Las fuerzas de la naturaleza se conjugan para que todo tenga una segunda lectura. Que si lo llamas es para consultarle algo, es probablemente porque quieres escuchar su voz; o si te acercas a él para mirar lo que llevan, es básicamente porque su olor funciona como la miel en las abejas.

¡Por Dios! ¡Si ni siquiera fue un one night stand! Uno o dos besos (e incluso si fueron más) no implica que encontraste al amor de tu vida... Si mi madre tiene razón en algo, es cuando dice: "no comas carne en el lugar en donde te ganas el pan". El problema no es comerse un filete mignon o un vil bistec de asiento. El asunto está en que la carne es confianzuda, y se cree que su corte es único en el mundo.

Con hambre, hasta la panita es buena. Y si trataba de suplir la falta de Vitamina B (ojo, la vitamina P es para otro capítulo) es una necesidad prácticamente biológica y absolutamente humana.

De ser un compañero de trabajo, pasa a creerse tu amigo y casi tu padre. Se siente con derechos. ¿Perdón? ¿En qué parte me perdí? ¿Dónde está eso de que "besos y abrazos no sacan pedazos"? ¿Por qué existe el bendito reggeaton?

Esta es la parte en que descubrí en que no somos las que andamos con el vestido de novia en la cartera. No importa si tienen 20 o 35... Siguen viviendo con la madre y buscan reemplazarla por una más joven que aparte les dé nuevas regalías... Entonces ¿quién es el que anda con el frac en la billetera? Bien dice mi madre... Pan y carne no se mezclan.


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