30.3.07

Babel: Ni tan vieja, ni tan nueva

Siempre he pensado que hay personas que se pasan la vida tratando de “descubrir la pólvora”. Algunos lo hacen a su modo. Otros no. Ése es el caso que Alejandro González Iñárritu y su trilogía Amores Perros- 21 gramos –Babel.


Quizás las expectativas generadas por los anteriores trabajos del mismo director hicieron que me empeñara en sostener la idea de que esta “nueva” manera de disponer los recursos audiovisuales y, principalmente, de las secuencias de acción para atraer y retener al espectador, era un recurso más bien novedoso. Eso fue en un principio…


¿Pero qué tan nueva es esta estructura narrativa? ¿Podría ser que el hipertexto sea el fundamento no sólo de la estructura de navegación, sino que además sea la base de la tendencia audiovisual desarrollada por González? Y si fuera así, ¿qué rol toma el espectador en esta situación?


Raymond Colle desarrolló una cronología donde explica que el primero en detallar la noción de hipertexto fue Theodor Nelson, refiriéndose “a una escritura no secuencial, a un texto que se bifurca, que permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva”, en directa referencia al monitor del computador. De acuerdo a la definición, lo único que alejaría a Babel de esta conceptualización sería el soporte mencionado para aquello. Sin embargo, el desarrollo de la tecnología ha permitido que cualquier pantalla sea una buena entrada al mundo de la interactividad.

Cuando González Iñárritu nos muestra tres historias paralelas que se entrelazan sutilmente, no está descubriendo nada nuevo. Ya Nelson nos había hablado algo de esto. Desde los primeros minutos de la película, podremos apreciar la historia de dos niños marroquíes que viven en la soledad del desierto, sin más novedades que el rifle que adquiere su padre para guiar a su rebaño. Luego pasamos a la historia de una pareja de norteamericanos que viaja en busca de una anhelada reconciliación, mientras se muestra a dos pequeños hermanos al cuidado de una niñera mexicana. Dos historias comunes y sin conexión… por el momento.

Un disparo efectuado por los marroquíes hacia el bus de los viajeros estadounidenses y un llamado a la mexicana, informándole de que debía quedarse al cuidado de los niños, interpela a los espectadores para que realmente se queden atrapados en esta estructura dramática-interactiva.

Pero eso no es todo. Al otro lado del mundo está Chieko, una adolescente japonesa en plena búsqueda de atención y aislada del mundo por su sordera, la que se suma a esta trama que está al servicio de la intelección del espectador. Y también está Amelia, la niñera indocumentada que lleva a los retoños de la pareja norteamericana hasta el matrimonio de su hijo en su tierra natal.

Casi en las últimas escenas notamos que Chieko es la hija de quien le regaló el arma al amigo del padre de los niños marroquíes, en un contexto que no deja de apelar al público para que “ordenen” lo vivido por los protagonistas.

A partir de esto, descubrimos que la disposición de los elementos en Babel no es aleatoria, sino que es bastante intencional. El papel que adopta la audiencia es y debe ser necesariamente activo para que el espectador entienda lo que se le está presentando. Lo novedoso de esto y que sí se lo podemos atribuir al director es la introducción del hipertexto a una estructura dramática, que enriquece la narración y ayuda a insertar al público en un mundo interactivo, tal como la Internet y los nuevos medios lo han estado haciendo por años.
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