My right called life

Tiempo de balances. Tiempo de sentarse a pensar qué me ha pasado y qué hecho yo para enmendarlo...

Definitivamente este no ha sido mi mejor año. Lo dediqué por completo a hacerme cargo de los asuntos de los estudiantes, pero no noté que también yo lo soy, que no estoy en una categoría superior. Y el cuerpo me pasó la cuenta.

Tiré por la borda un año y dos meses de una relación que tuvo sus buenos momentos, pero ya se estaba convirtiendo en un suplicio.

Tiré por la borda una carrera política en la izquierda UC, sólo por seguir mis ideales.

Tiré por la borda la ética y cometí errores... Pero también muchos aciertos.

Pero también recuperé la relación con mi madre. Quizás la ceguera de una relación sentimental sin fundamentos me hizo alejarme cada vez más de ella. Pero descubrí que sólo en su hombro pude llorar hasta lavarme por dentro.

Me hice más amiga de mis amigas. Descubrí que todas estuvieron en el momento preciso. Como cuando la Toti y la Jesús me llevaron arrastrando hasta mi casa y lloraron conmigo. O la Paula y sus consejos de madre-psicóloga-amiga. La Stephy y sus sabios cuidados. También la Fran con esta soltura ante la vida.

Conocí gente hermosa, que cuando perdí el rumbo, me hizo recuperarlo, recordándome todo lo que soy y lo que siempre he sido. Lloré a su lado y, sin conocerme mucho, fue capaz de dar en el clavo con lo que espero de la vida.

Me acordé de las mariposas en el estómago, ese sentimiento raro de querer ver a alguien. Asimismo, me acordé que hay hombres que sólo buscan jugar...

Descubrí que quitarse la coraza no era tan difícil, que llorar no tiene que ver con la debilidad, que romper los esquemas es parte de la vida, que embalarse en una relación es parte de los riesgos que se corren.

Antes de este año, solía pensar que mi vida no era vida. Que era una especie de invento existencial y filosófico, una so called life. Pero me di cuenta que sé era algo, un intento de proyecto vital y me agrada sentirlo.